Se me había escondido el habla con el oído
no recordaba el lugar donde pronuncié
las palabras, erraba en cualquier acción
que emprendía, dejé de sentirme sacerdote
de velada religiosidad, con un dios sentado
llegué a tener suficiente para explicar atrocidades,
entonces me miró desde esos ojos
que todas las mañanas hablan desde mi espejo
y no conseguí sentirme pleno,
ellos me dijeron que no hay razones
que los preludios nunca devuelven
el trabajo excedido, que las semillas
no nutren el suelo sino que roban
de él su substancia hasta ensombrecerlo,
la duda podría ser el comienzo
el dogma, la verdad, el final
a base de preguntas rompí el muro
y pude deambular por la independencia
que es tan extensa como las respuestas.