Ser ambarino no cuenta,
sufre el que ciega sus piernas,
urde el ciervo que no canta,
cuando fui sencillo,
empeñé un retazo de suelo
dediqué el susto a pintar techos,
con salud nunca
te alcanza la enfermedad,
después me dio la risa,
termina el que rescató la duda hundida
con el fruncir de la frente entredicha
alzando el vasto entorno hasta la perplejidad,
la discusión entre la mano y el codo
el vientre despierta atrapando accesos
la cabeza está debajo de los veredictos,
una majestad metió la pata
y ahora todos le alcanzan
el vaso de agua,
un día se votaron andanadas,
por nuestra mala cabeza
adoramos las chapuzas.