Somos nuestras edades,
el porvenir y la memoria,
en algún interior infinito
el niño, la niña, que abrió a veces los ojos
con entusiasmo, miedo, confianza…
el, la, adolescente,
que tímidamente se arrojó a las ruedas de la vida,
el adulto, la adulta que nunca supo si llegó a serlo
aunque los demás le recordaron la edad de conservar
aquello que habían adquirido por nacimiento,
la persona que cumplida una edad
le compraron la esquina
en la que antes colocaban el jarrón,
¿de quienes seremos mayores?
se convertirán en nuestros protectores
difuminándonos con su ternura
ninguneándonos con su benevolencia,
¿no nos dejarán construir proyectos
suponiendo que no nos quedan años?,
malditas dos palabras
malditas una a una
mil maldiciones a quienes las junte.