Era preferiblemente un hombre que las palabras le hacían las veces de ideas
corría hacia altavoces confundiéndose con micrófonos a golpe de alarido
comenzaba con un victimismo pecho palomo y una sonrisa de inexistencia
lloraba como sabe hacer la ultraderechita cobarde cuando la bondad lo abrazaba
construía con tanta fuerza y rapidez el odio porque edificaba en cimientos antiguos
y como tantas veces nos enseñó la historia nosotros mirábamos, veíamos, observábamos
con el pose mustio y ojiplático en el diván anestesiando aquella espalda que usamos
para ganarnos la vida o ganarnos el comparecer ante la vida con un pie fuera de tiesto,
y los pocos que teníamos ideas antes que palabras vigilábamos con tristeza
temíamos que abrieran nuestra puerta en busca de nuestra obstinación por la equidad
la justicia, esa manía por pedir que los desheredados de la tierra merecían al fin una oportunidad,
y si la historia al parecer no se repite pero sí rima, nosotros seremos la vocal discorde
aquella que yació en la cuneta, que recibió golpes y ricino, la que soportó burlas
porque tarde o temprano, si no ponemos remedio, la cobardía y el odio
nos pasarán por encima, seremos la minoría, o al menos pareceremos la minoría
toda bondad humana, toda ansia por el equilibrio, estarán perdidos bajo el canguelo.