Por propia iniciativa me hundí
en la sociedad infantil
apegada a su drogadicción,
pero mi claustrofobia a lugares cerrados
mi desasosiego a lugares abiertos
construyeron un imaginario difícil de concluir,
nunca conseguí integrarme en esta construcción .
Me senté en mi roca a perpetrar preguntas:
¿Cuántas personas somos capaces
por pura avaricia de sentimientos
tan hambrientos de consumir
dejar que mueran, que muramos?
¿Diez, seis, la unidad familiar, allegados…?
¿Sabiendo lo que va a suceder
apretaremos el acelerador
sin importar que se acerque la curva?…
Cada pregunta tornábase más y más nubarrón
hasta que con las nuevas adulteradas noticias,
como niño chico consumado
tratado así por las autoridades sanitarias
me envolví en el candor, olvidé emitir respuestas.
Si así ha de ser buscaré mi droga entre las ofrecidas:
Alcohol, un pavo, un cochinillo, un besugo, gambas, una serie, un artículo en oferta, el turrón, villancicos, muchas luces flameando formando banderas, pocas dentro, árboles cortados aun sangrando, también de plástico derramando petróleo solido, ruido y más ruido, la familia riendo, soplando para matarsuegras, colocándonos un antifaz para no reconocer la culpa, bailando la conga agarrando las carnes, felicitándonos, besándonos como si este año no hubiera ocurrido nada, despidiéndonos que también es necesario, otra copa, dulces, el presente, eso que no sabemos aceptar, la responsabilidad, ser niños en el mal sentido de la palabra, volar, cantar, no querer saber el desenlace,…y sin embargo…lamentar…homenajes…