Me confieso ante mi reflejo cóncavo en una cuchara
disimulando la voz bajo el borboteo de la máquina del café
terminando el tríptico, escuchando la palabrería de la radio
dándome la razón,
el sol se ha despertado tarde como yo
el día ya había comenzado sin él, sin mí, sin avisarnos
se lo explico, y el astro rey, ante mí sentado
afirma, tomándose la tostada, es verdad
la noche se fue mientras dormíamos
al semblante oculto de una tierra que no espera,
…
He de confesar ahora en el silencio
apagado y expectante que yo he creado
que he fracasado,
nunca más me llamaré escritor
por saber juntar letras,
los demás me miran y sonríen
y el sol me replica para qué quieres serlo
si nacimos con el afán oculto
y la llama encendida,
que mal hacemos,
dejémonos de nombres
que no cambian lo que somos,
cada cual duerme consigo,
…
Mi confesión, como pretendía
no cambia ni como veo la luz del día
con esa espuma que lava las sombras
ni el espejo en que se convierte la cuchara
que me muestra quien soy con fidelidad,
pero cuando llegue la tarde y sus discursos
me habré preparado para respirar sin vocación
descansado de un yo mismo que me oprimía,
…
Volveré a intentarlo,
conseguiré de nuevo naufragar
o como mal menor
mantenerme titubeante
algún día más.