Sintiendo mi corazón latir a sesenta silencios por segundo
lo comparo con una infinitud de sistemas cartesianos,
en los que me intento centrar deteniendo la respiración
esperando volver tras el bombeo al estimulante vacío,
qué miedo mantenerme contraído, mantenerme golpeo
sin esperanza de lanzarme al infinito del verdadero mutismo,
me entretengo en cada uno de los cruces de caminos
manteniendo la inhalación ufana y sentada en pedrusco
suspirando por una exhalación lanzada, esta vez, al abismo,
soy ese punto sin decidir si es este, oeste, norte, o sur, giroscopio
mancha, partícula, paráfrasis de las que nos importan, ondulación…
no concibo un final, y en cambio he andado impulsado por el silencio
más adentro de lo que debiera, no me arrepiento, el vacío es más extenso
allí fuera, aferrado a mis convicciones que apenas son filamentos
me sostengo como un endeble castillo de naipes, molesto, trémulo
y mientras consiga guardar el tipo un arreglo distinguido.