Hablaba bailando, expresando minuciosamente con los movimientos eclécticos que nadie le había enseñado, el paladar, los dientes, los labios, la lengua,
y ese gesto inusual de abrir los ojos y cerrarlos de repente para cautivar,
cantaba a la par, expresaba con un vocabulario preciosista y esencial
aquello infeccioso para que siguiésemos la armonía como una orquesta,
cuantos le conocimos nos convertimos en su grupo de hablar bailado
de bailar hablado, compartíamos impresiones mutuas de extrañeza ante las demás gentes que hablaban como seres sacados de una cadena de montaje,
con las comas y puntos tapando la imaginación y el sentimiento,
nos creímos seres elegidos, únicos, alegres, gráciles
los pies no tocaban el suelo, éramos una hermosa jauría
de bocas destellantes, piernas en tropel, y brazos rebeldes,
arrasamos el mediodía y la medianoche, y cualquier hora que se te ocurra
hasta que caímos, nos abatieron en pleno vuelo
no supimos el mal que habíamos hecho
nos arrepentimos, como siempre tarde
los muertos ya no vuelven a aceptar el perdón
y los vivos estaban lidiando con la supervivencia,
era difícil no encandilarse, las palabras salían fiesta de su boca
fue nuestra droga y nuestra esperanza, éramos jóvenes, inconscientes.
Al presente tenemos cien años minutos después.