Y la tierra se sacudirá las pulgas.

Esto es un brote, surto como dicen los portugueses, una epidemia que toda ella, por terrible y angustiosa que esté siendo es solamente un aviso que combatimos a nivel usuario, con mascarillas, lavado de manos, y geles hidroalcohólicos, que no se me antojan suficientes, pero si los expertos lo prescriben habrá que hacerles caso. Lo que sí es irrebatible es que son toneladas nuevas de residuos de un solo uso que se suman a las que ya producíamos. Y a nadie se le ocurre, y menos a los gobiernos, apostar por lo reutilizable, más barato y sostenible, lo fácil, entre comillas, es siempre usar y tirar. En este sentido solamente se observan tímidos movimientos, cuando nos estamos jugando, no la vida, porque seguirá, pero si la supervivencia y la mejora global de las condiciones humanas. La tierra, el mundo al que llamamos ahora nueva normalidad se encuentra inmerso de lleno en un cambio hecatombe, que, aunque sabemos hacia donde nos dirigimos hace décadas, estamos esperando como absurdos seres ciegos a que se produzca sin hace nada, unos pequeños retoques estéticos por aquí, otros por acá, y seguimos en esta vorágine desenfrenada de consumir recursos no renovables, ni siquiera el miedo que nos ha producido una pandemia nos empuja hacia otro camino.
Salimos de la pandemia, al menos del primer round, iguales que como entramos, sin ninguna conciencia más que la de la nuestra propia. Un sinsentido descomunal, ¿cómo somos capaces de separar nuestra propia existencia individual de la colectiva junto a la de la tierra? Me reitero, somos seres, no ciegos, si no parafraseando a Saramago, seres que no quieren ver. Sabemos construir cualquier cosa, incluidas mascarillas, reutilizables, lavables, biodegradables, y en su defecto último perfectamente reciclables, y lo que es más importante para el medio ambiente, que duren lo máximo posible. Se puede hacer, es terrible que todo se deba cambiar por obligación, pero si no hay más remedio los gobiernos deben ponerse drásticamente las manos a la obra porque el tiempo que perdamos será crucial para un reto que aunque se acerca inexorablemente, nos afectará de repente y no estaremos preparados.
Este surto pasará con otros mayores y menores consecutivos, o no, que vendrán, moriremos muchos y otros quedaremos para ser testigos, pero el que se está pergeñando con ayuda de nuestro mayor ahínco cada día, es la destrucción de los ecosistemas y el calentamiento global, que ya está produciendo muerte, sed, y guerras, hablando desde el termino humano, que si nos adentráramos en las especies animales que se extinguen cada día, y la diversidad que se pierde cada segundo, se abriría una catástrofe infinita ante nuestros ojos.
Vamos hacia una hecatombe, tarde o temprano. Lo que ha dejado en evidencia este surto es que no estamos preparados en estas sociedades infantilizadas a enfrentarnos a la verdad, nos recluiremos, nos alejaremos los unos de los otros de nuevo, habremos convertido a la tierra en poco amigable, las mascarillas nos asfixiaran aun más por la falta de oxígeno, nos beberemos los geles hidroalcohólicos para olvidar que el final se acerca, el sufrimiento generalizado será peor que la desaparición, la tierra nos arrasará y pronto nada se acordará de nosotros. Habremos sido un surto en la genealogía de la tierra, que girará millones de años sin nosotros como lo hizo antes de nuestra funesta aparición.
Esa sí será una nueva normalidad, tendrá el nombre bien puesto, un nuevo equilibrio que se mantendrá millones de años en su baile grácil y bello alrededor del sol, nadie estará allí para observarlo. Una pena, podríamos haber sido medianamente felices, porque disponemos de ese potencial, podríamos haber vivido medianamente confortables sin destruir nada, tenemos capacidades, inteligencia, habilidades, para construir lo bueno y lo malo, ya sabemos perfectamente por lo que debemos optar si elegimos seguir y mejorar nuestra existencia en este Estupendo planeta.

A %d blogueros les gusta esto: