El libro que abrevia los nombres

 

 

Sumergidas en el desafuero

no advertimos, el agua

ya nos ahogó,

el braceo resulta insuficiente,

ascender,

a veces solo

dejarse flotar,

las más arrancar con fuerza

a encontrar la superficie

de la sumisión,

la superficie de las cuentas

contraídas por la sociedad

para ser pagadas

por nosotras,

encontrarlas es verlas

verlas es asombrarse

asombrarse es prenderles fuego,

arderán, desmenucémoslas

y démoslas de comer

a quien las bandee

como verdad eterna:

 

Los nombres antes de esta civilización

se contaban por vocales y consonantes

inextinguibles, por afectos y señales

que abarataban la semántica a la voz,

después se fueron acortando

porque el género en algún momento

se decidió al amparo de la hoguera

fuese decisivo para acortar las palabras

importantes y absolutas, las decisiones

de nosotras adentro, en la cueva, en la cabaña

en el silencio o la algarabía huera,

los nombres se acortaron, el femenino

comenzó a formar parte de la individualidad

el masculino de la generalidad,

este plan maestro se plasmó

en escritos para que persistiesen,

en libros únicos de religiones opresoras,

se decidió que nos llamábamos por la idea preconcebida

que por el sonido del nombre nos posicionáramos,

hasta que concluyeron por no nombrarnos,

fuimos ellas, esas, nenas…

 

el tiempo de desarrollar los nombres comienza,

la voz que habla de nosotras aumentará hasta ser

otra vez toda,

esas hormigas que recorrerán los libros harán veredas

en la piel del mundo.

El futuro será feminista

o no será,

los pasos

que cambiaran

el relato del cuento

están  por andar,

ya hemos comenzado.

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