¿Cuánto desasosiego en la cascada de mi ojo
se ha desecado por la intolerancia?
Sería la retina la que contase con sus palabras
cardinales la calidad de un buen reflejo.
Podría el iris abarcar con sus brazos
el orbe nervioso de una niña oscura
como una confusión de estrellas derramadas.
Debería mi eterno pensamiento
escuchar con los parpados abiertos
para sentirse perdido oteando al infinito.
Escaparía para soltar los gritos
las palabras confusas
los diálogos contra paredes
y encontrar una mirada comprendiendo
junto a unos pasos acompañando.
Cuántas palabras he dicho
para ensalzar la presencia de un ojo
y qué pocas para entenderlo.