“Ríndete melindre”.
Escribí en el vaho de un espejo
aquella mañana en la que me duché
para salir hacia el patíbulo (o examen),
mi aparente valentía estuvo de acuerdo,
huí, coceé al león como una cebra
y luego me vieron pastar con la tranquilidad
de un cobarde orgulloso de sí mismo.