Nuestro miedo, tan humano, construye perdida
la posesión ejemplariza
encomiando a la ansiedad,
diluimos un poco de tiempo en un vaso de nada
y lo contemplamos al trasluz contra la bombilla,
esa luz ilumina los objetos inicuos y vacíos
que flotan entre horas derramadas,
volcamos el anhelo en la naturaleza muerta
que no nos atrevimos a dibujar,
tenemos miedo a que no hallemos las palabras con las que acariciar nuestros labios, a escuchar entornando los ojos, a sonreír sin que nos devuelvan la sonrisa, a esperar humildemente sentados en una escalera, a tropezar con la arena que arrastra el viento, a nutrir de pensamientos una tarde esponjosa e inquieta…