Mi experiencia Florentina

Las ciudades deberían ser amables con las personas, son nuestra más elaborada y enrevesada obra, no han caído del paraíso, o lo que se asemeja más, no han subido desde el averno, a veces se convierten en cúmulos de personas obligadas a vivir juntas, otras en parques temáticos que nos empujan exclusivamente a consumir, a veces en lugares hostiles, a menudo en lugares bellos, y casi siempre en sitios que no aburren, pero en bastante ocasiones a la ciudad se le olvida la amabilidad, gana el que pasa el primero, sea coche, bicicleta, patinete, el último será el peatón que debe batallar con otros por reclamar su lugar, los débiles perderán la batalla, las personas mayores, los que tienen alguna clase de discapacidad que al final somos o seremos todos, relegados a los huecos húmedos y fríos de la incomodidad y la invisibilidad.

En una ciudad como Florencia, donde el arte te asalta como una pantera agazapada en una rama, los lugares de descanso son difíciles de encontrar, no hay árboles, no hay bancos, todos se ha privatizado, la gente que vive allí no tiene derecho a descansar, los turistas tampoco, somos empujados de un museo a otro, de un café a otro, de una heladería a otra, sin tranquilidad, en un frenesí aliñado con coches, bicicletas, motos…que se mueven a sus anchas sin caminos definidos. Todo es piedra tallada dura como la voluntad política y al parecer también de los que la votan, lo colectivo, lo público, no existe, las personas en verano se apiñan en una escalera en la que aún cobija la sombra, no quiero saber que pasa cuando llueva a cantaros. No hay lugares para hacer deporte, para andar con despreocupación, para contemplar o pensar, sin previo pago, no me gusta imaginarme viviendo allí, será caro alquilar o comprar una casa, por lo tanto miles de personas habitaran las esquinas negras de la ciudad. 

Lo público, lo social están muy lejos de Florencia. Los grandes del pasado tallaron montañas de mármol formando seres que nos atrapan por su belleza, rellenan la ciudad como un Tetris de transcendencia, a Miguel Angel, a Donatello le pagaron bien, fueron espléndidos los pagadores, por qué se sigue pagando una cuota tan alta para ver sus obras de arte, el pasado debería estar al alcance equitativo de todo ser humano. En Florencia no están de acuerdo. El dinero del turismo irá a unas cuantas manos, porque a las calles no va, son sucias, ruidosas, incómodas, con acera estrechas y altas, llenas de basura, sin árboles en las plazas, no he estado en una ciudad en la que las plazas sean tan inhóspitas, se debieron construir con la pretensión de ser lugares de encuentros entre los diferentes, además cuando hay un hueco lo rellenan con pinchos por si a alguien que no tiene casa se le ocurre tumbarse allí, eso demuestra que es una ciudad también malvada, los únicos lugares cómodos son en los que se consume.  

Lo positivo es que después de ver el innegable patrimonio de Florencia te queda la opción de salir hacia la Toscana, previo pago,  hacia Siena, Pisa, Lucca, Prato…ciudades mucho más amables en las que también se respira el arte y un poco más de tranquilidad, ¡hay árboles y bancos en las plazas, hay parques, no tienen esas aceras terroríficas! o hacia la campiña de naturaleza agrícola y silvestre excepcional.

2 respuestas a “Mi experiencia Florentina”

  1. No hace mucho estuve en Florencia y que ciertas tus palabras. El único lugar que encontré de descanso y respiro fue la Plaza y mirador de Miguel Ángel. Un saludo.

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    1. Es una ciudad bella, pero deberían hacerla más vivible, yo clasifico las ciudades en cuánto me gustaría vivir en ellas, gracias por tus palabras.

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