El mar espera entre olas indecisas
a cobrarse la injusticia
que la humanidad transforma,
su propia energía inherente
que no sabe ni crear ni destruir
pero es profesional en usar
al amparo de la mano que mueve los hilos,
si como rumiantes fuésemos oradores del pan
y la lucha fuese para ayudar a calmar la sed
la oprobia y espeluznante espina
tendría escamas para desembarcar
caminando entre el fondo de posidonia
hasta la arena que llaman otra patria,
sin embargo, ser testigos, el poder verlo,
nos denigra como especie,
dejamos construir
sabiéndolo terrible, asesino, dolor
terrible sarna que nos escupe a los ojos,
y luego están los jinetes del verde moco
mala gente y peores personas,
que medran entre la violencia y el sufrimiento
culpando al que sufre, a la marioneta
deteniendo niños, señalándolos como delincuentes,
son los mismos que pelearon por nosotros la historia
los que hundieron sus fauces entre las arterias
los que enterraron sin nombre cientos de calaveras,
y los demás los mismos que no vimos y sí miramos
los que morimos, o vivimos muertos en vida.