He recorrido una gran mitad del camino
con la inquietud subida de tono
y con una color extremadamente nada,
y sin embargo comprendo la mayoría
de impactos que sometieron mis piernas
al duro y blando sendero, el que me tocó
únicamente el que me dejaron,
¿cómo me dejé yo?
¿cómo nos dejaron ellos?, los ademanes
misteriosos y eternos de un símil andariego
que recorría estómagos de amapolas
hormigas de rotuladores en el asfalto
supusieron una libertad paupérrima
pues nada de la nada se contuvo conmigo,
me abarcó como un terral atajado con una sábana
nada ni nadie me preguntó, y así me hice yo las preguntas
y así me contesté yo las respuestas, no me convencieron
quien me las dio era un ser que de absurdo no aprendía
que de humano no encontraba su lugar, que de asperjar
se bautizó con esas palabras que de los libros escuchó
para intentar que la otra pequeña mitad del camino
la serenidad representara un papel crucial y sereno.
.
Esa es la mitad de historia que falta por encontrar
igual que la primera, con los mismos errores y la misma impaciencia…