El colapso es por definición nuestro sistema de valores.

Lxs políticxs, los medios de comunicación, la gente en la calle, no para de indicar, que hemos llegado a este punto, que al sistema sanitario debemos protegerlo, que con nuestra actitud debemos evitar que colapse, pero lo cierto es que de lo que están hablando es de los hospitales y otros lugares donde se trata a la gente que hay que curar y cuidar por un cuadro agudo, o que deben operarse. Y es verdad que se encuentra al borde del colapso, si no lo está ya, la gente está muriendo de otras patologías a las que no se les presta la debida atención además de la covid. Estando de acuerdo con esta premisa, nos encontramos inmersos en una pandemia y hay que actuar con cabeza y hacer caso a los científicos y olvidarnos un poco de los políticos, si es que nos dejan, sin embargo no deberíamos dar de lado a la política, pues la política es la relación con la vida misma, y es la responsable de los movimientos que nos han traído al presente, y de los que nos llevaran al futuro, y si le damos la espalda, el populismo, el fascismo, siempre agazapados, saltaran sobre lo poco que hayamos avanzado, son especialistas en pescar en ambientes revueltos, de hastío personal y social. Habría que luchar, llámese votar, y no solo eso, por quien apueste por un sistema de salud y un sistema educativo para todos, son los dos sistemas indispensables y potentes si lo que queremos es que la políticas nos acerquen a la equidad real. 

Pero lo que de verdad está colapsado completamente, antes de la pandemia, y durante muchos años se ha precarizado, y no se le ha dado la importancia que tiene, y no sirve para lo que debiera, es el sistema de salud. Digo de salud, porque es a lo que debería aspirar un buen sistema  sanitario social, a que la gente viva en salud, ahora, con la pandemia, es imposible que hagan su labor ni medianamente como lo hacían, yo mismo he pedido cita y me han dado para dos semanas, y me “verán” telefónicamente algo de lo que habré muerto, o se me habrá curado para entonces, o estaré en el sistema hospitalario, en urgencias o ingresado. Un sistema de salud debería potenciar la salud, resulta obvio de lxs ciudadanxs, pues parece que para todos no lo es. No solo se debería hacer responsables a los centros de “salud”, si no a las escuelas, y a todos los ámbitos sociales posibles, promocionado la salud física, recetándola como un medicamento, la alimentación saludable, el bienestar emocional, la seguridad en el trabajo y en la movilidad, la promoción de abandono de los hábitos y drogadicciones perjudiciales, el tabaco, el alcohol, y demás drogas, etc. 

Todo el sistema sanitario durante años se ha enfocado en logros, en los grandes avances de los tratamientos, en los hospitales, algunos inmensos, en muscular a las urgencias, aspectos importantes y necesarios, pero se ha olvidado del primer paso, de la prevención, de atajar antes los problemas con pedagogía, cercanía, y empatía. En una consulta, con alguien que te escuche y esté preparado para ayudarte a encaminar tu vida con salud en el sentido amplio de la palabra, o en una escuela, con la figura bien utilizada de lx enfermerx escolar, o dentro de la diversidad de las asignaturas, pues la salud es un estado tan amplio que abarca todos los conocimientos y habilidades para una vida humana plena. Se han olvidado de planes ambiciosos en el fomento de todo lo que implique calidad de vida y educación, ambos conceptos precarizados cada día más. Y no es casualidad, o ineptitud, es un plan, no concebido en su totalidad por lo políticos aunque participen activamente, es un plan social económico ambicioso y multidisciplinar, en el que las industrias de las píldoras milagrosas, o los alimentos curatodo, o los refrescos carbonatados, o los alcoholes que prometen beneficios coronarios…,trabajan unidos, incansablemente las veinticuatro horas del día, los trescientos sesenta y cinco días del año. En unas palabras, da más dinero a las empresas un sistema sanitario, que uno de salud. Al sanitario es al que tienden también lxs ciudadanxs buscando el arreglo de un cuerpo y una mente maltratados, solicitando una respuesta fácil y externa. Y lxs políticxs, en la creencia que los impuestos que generan los malos hábitos son mayores que los buenos, hacen poco por cambiarlo, como mucho, lavados de cara, además como la mala salud afecta más a las clases más desfavorecidas, miel sobre hojuelas para que el plan de resultado. Es una rueda, un círculo vicioso. 

Tal vez la pandemia nos haga repensar esta ideología, no está tan claro pero deberíamos aprovecharnos, utilizarla como trampolín. 

El sistema de salud se encuentra tristemente colapsado, lo estaba ya por infrautilizado y obsoleto, y el sanitario ahora también, esta pandemia ha sacado a relucir un problema de fondo, la desmantelación en los últimos años de los servicios públicos. Los seres humanos en conjunto nos adaptamos bien a los cambios, pero somos muy malos en preverlos, cuando aparecen las crisis siempre hay gente que se ahoga, otros que flotan sobre los ahogados, otros nadan cerrando los ojos, olvidando que a su alrededor se está produciendo una catástrofe, otros sufren de verdad por los demás, les lanzan salvavidas e intentan paliar en lo posible el sufrimiento, otros luchan por que se construyan cimientos sólidos sobre la laguna y se levante una ciudad sobre el fango y los huesos de la destruida, y entre estos escondidos para alzarse en cuanto puedan, los que harán negocio con la construcción de un nuevo mundo, dejando abandonados a un lado a lxs soñadorxs e idealistas a la primera oportunidad, volviendo al sistema que le valía a los mismos de siempre. Los cambios se producen y en poco tiempo este nuevo mundo parece ya antiguo, y lo que no parecía un desarreglo ahora es una normalidad de toda la vida.

Esta crisis es grande, está muriendo y sufriendo muchísima gente a causa de una nueva enfermedad, en realidad nada nuevo que no haya ocurrido infinidad de veces y esté ocurriendo con otras enfermedades y problemas sociales. Sobre los cimientos las buenas intenciones e ideas desearían conformar o cambiar rotundamente este sistema, entre ellos yo, por ejemplo, pero la historia nos proporciona enseñanzas, nada que queramos que se perpetúe puede generarse de la nada, lo que pueda funcionar debe ser modificación de lo que ya existe, en este caso un sistema sanitario y de salud desmantelado, primero se debe reconstruir, pensando en el ahora, y después en los múltiples mañanas. Se necesitan filósofxs, pensadorxs, gente que en el silencio y en la observación recapaciten en global, y no esa especie de opinadorxs televisivos o radiofónicos pagados por los mismos poderes que nos mantienen, ya no engañados, si no atontados, que con sensaciones, sentimientos, palabras que estallan, y frases construidas las ultimas veinticuatro horas, copias de otras muchas que se dijeron, mueven a la gente, a la masa con un lenguaje ya conocido por ser el idóneo. Si somos esa especie que nos llamamos a nosotros pomposamente racional, deberíamos aplicarnos el cuento, pues como dejemos muchos vestigios de nuestra racionalidad para que nos estudien en el futuro se morirán de risa, obviando, como es lógico, el sufrimiento, que se habrá hundido en el mar del tiempo.

Dirán: vivían en el caos, en el continuo colapso, en la lucha, en la guerra, y pensaron que solamente eso les daba superioridad moral y cognitiva sobre las demás especies, en la ceguera, en la inercia, en el tropismo positivo o negativo como cualquier otro ser vivo, y mientras corrían espantados se soñaban de otra manera, ningún ser vivo  se ha mentido tanto. 

Si aún sobrevive el humor en ese hipotético futuro, único rasgo merecedor de sobrevivir al ser humano, reirán y reirán por los siglos del los siglos, y no es para menos.

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