…Oiga, ¿no va a escucharme?, ¡es usted testarudo!, ¡sus medidas no servirán!, aquí no hemos sido elegidos para gastar bromas a los ciudadanos, se ha subido a la tribuna a dar un mitin y nadie le ha entendido, ninguna persona de las que está en su casa ha quedado convencida, y yo me debo a ellos, voy a ser su voz ahora que todavía podemos hacer mucho para cambiar todo lo que ha hecho mal, me he dado la vuelta como un calcetín, usted se ha autoproclamado en adalid de las buenas maneras, de los buenos sentimientos, de las buenas caras, y solo intentando que la gente actúe con la palabra bueno por delante no se consigue lo que usted pretende, ni nada si me apura. La debilidad es copartícipe de los malos gobernantes, es la que convierte en inflexible al más dubitativo, y en flexible al más terco, es como el hongo que pudre la madera reblandeciéndola y convirtiéndola en una pasta. La debilidad es un virus. No ha sido una comparación acertada a tenor de los acontecimientos que felizmente están pasando. La debilidad es por antonomasia quien ostenta el mayor número de bajas de la sociedad, tanto literalmente, como por ser expulsadas del mercado y por consiguiente de nuestra vista, ¿cuántos duermen en la calle por la debilidad del sistema?, ¿cuántos deben hacer cola en el banco de alimentos?, verdad que no disponemos, ni usted ni yo, de esos datos, no los hemos preparado, no los tuvimos en cuenta, ya los damos por perdidos, y si un gobernante olvida un grupo de gente, aunque decir suele pasar sería quedarse corto, no gobierna con la justicia como adalid. Es usted presidente de todos y todas, obviamente de ellos también, de los que se sientan enfrente, y a la derecha e izquierda. Llevo veinte minutos diciéndoselo, y me siento repetitivo, pero con el ánimo de que recapacite se lo explicaré otra vez de una manera diferente, los seres humanos hemos venido al mundo para intentar ser felices, justo deberíamos poner el énfasis en el verbo intentar, usted lo conjuga poco, dejar que los sucesos se acomoden solos y luego ponerse medallas en caso positivo o echar culpas afuera en caso negativo, es su máxima en la vida, personalmente no le ha ido mal, pero no se trata de su persona, sino de a quienes administra y por consiguiente dependen en gran medida de las decisiones que tome. Ya conocemos las consecuencias. Se ha quedado apoltronado en sus primeros ideales, el mundo nos ha cambiado, hace unos meses nadie se podía imaginar la hecatombe en la que nos sumiríamos, y de la que hemos salido gracias al esfuerzo de todos y todas, también de las que olvidamos y obviamos, me gustaría terminar con esta sugerencia, se la he dicho tantas veces durante mis palabras, se la digo otra, y las que haga falta, y miro a todos, todas, mis compañeros y compañeras, de este descomunal golpe nos levantaron las cuidadoras, las limpiadoras, las trabajadoras de supermercados…ya sé, no son solo mujeres, quiero utilizar el genérico femenino porque se lo merecen, a usted esto no le gusta, el genérico masculino niega la imagen en nuestros cerebros a la mitad de la población, y en estas profesiones que he mencionado a mucho más del cincuenta por ciento, ya sé que colecciona una plétora de argumentos contrarios a lo que estoy diciendo, los conozco de memoria, eran los míos. Yo estaba donde está usted hace apenas cuatro meses, ¡vaya primavera distópica! Lo podíamos titular el año sin primavera, como aquel sin verano cuando se reunieron en torno a Lord Byron creando varios mitos de la literatura universal, Mary Shelley con su Frankestein, y John Polidori con su vampiro. Siquiera ha llegado a ser una pesadilla, pues la vivimos pellizcándonos y no despertábamos. En una pesadilla correríamos, gritaríamos, manotearíamos, quedaríamos paralizados. Esta por ser real nos obligó a luchar contra molinos a la vez que sabíamos que no íbamos a despertar, pasábamos el día como si nos hubiera caído una losa, nos arrastró la corriente, y nos ha modelado a modo de cantos rodados. Qué bueno sería para los dos, para nosotros, para mí, que el tiempo nos cediera la potestad de mantener un diálogo, yo soy el a posteriori, en mí se personifica el principio de la sapiencia, he aprendido y con ese aprendizaje quiero dármelas de erudito porque perjuro conocer la solución, habría afrontado la crisis de otra manera si no hubiera sido en ese momento usted, que fue el a priori más inepto que he conocido, no ha tenido todavía esta experiencia de la que le hablo y debe actuar con sentido de la responsabilidad, y con ese sentido se equivoca una y otra vez, no se crea único. El tiempo no me deja hablar con usted aunque lo esté intentando con estás ganas de arrancarle los argumentos como si fuesen células de su cuerpo. Lo rebato, yo escucho su discurso, lo recuerdo, no me gusta verme en las grabaciones que continuamente emiten en la televisión y dan vueltas por las redes sociales, no me agrado en el pasado, en cambio en el presente y en el futuro incluso me asombra mi seguridad y entereza, cuando se trata de afrontar coloco primero el pecho, peco demasiado de arrogante, y cuando lo veo a usted en esta grabación esa arrogancia se transmuta en hueca e innecesaria, en esos ojos pequeños habita muchísimo miedo deslizándose con oscilación explosiva de las pupilas. Es usted un negado, no lo reconoció cuando todavía no era tarde, ni siquiera explicó todas las opciones posibles como criticó por lo mismo en otros anteriores en el cargo a usted, podríamos haber elegido, nos lo podía haber preguntado, nos llevó por un camino y en él seguiremos hasta nuevo aviso. Quisiera recobrar el esfuerzo, contabilizar y dar nombre a esa gente que olvidamos los dos y que merecen como nosotros vivir con dignidad en esta sociedad en la que creímos que cabíamos todos. Me sentiría satisfecho con que nuestro yo de dentro de unos meses o años se avergüence de nosotros. Le prometo que lucharé con todo mi ahínco para conseguirlo. Termino, me estoy alargando demasiado. Como adalid de las buenas maneras comprenderá usted que ya no nos parecemos tanto, pero yo tampoco quiero que degeneren y se conviertan las formas en violencia, sin embargo, si me escuchase, si me entendiera, si pudiera influir en usted, le diría, intente ser valiente. Son tantas opiniones, bastantes serán cualificadas, muchas más, memeces, cada persona entiende de su parcela de conocimiento, el epidemiólogo curvas y números, el médico pacientes, el economista también curvas pero estas de ese ente abstracto que tira de los hilos del mundo. Junte a los expertos, escúchelos, luego en silencio observe a la sociedad como si usted no perteneciera a ella, y después, antes de la decisión final, imagínese siendo un individuo cualquiera escogido al azar, y sea valiente. Sé que no lo será…
Transmutación del alma política.
