Según la religión que no nos deja en manos de un dios
ni se encarga de imponer su dogma
y siente que los demás seres vegetales y animales
son la compañía, y nosotros una célula más,
aparecí en la tierra para intentar ser feliz,
en cincuenta años a veces lo he conseguido,
cuando te abrazo y siento tu corazón oscilando
cuando nuestros hijos sonríen entre las vicisitudes,
a veces, un poco menos, aparece una frase
y rompe los esquemas y el orden del pensamiento,
también los maremotos producen felicidad.
Un beso, eso me deja al límite del abismo plácido
y tu sonrisa, y ese sentido del humor impreciso
que a veces me descoloca.
Tus manos agarrando las mías
no dejando que me trague el infinito,
que me devore la nada, el viento, las piedras
los sonidos que sombrean la quietud del viento.
Dentro de mí no soy apenas una noche de voz
que se refugia en las palabras,
pero junto a la tierra, a mi familia
consigo comprender, tal vez, un poco el sentido,
o es la felicidad
o mis viejos ojos
que necesitan recambio.