No acabaríamos nunca de registrar injurias contra los desórdenes de nuestro espíritu. (Michel de Montaigne)

 

 

Rozando sin concentrarse la locura insatisfacción

del alegato al fresco y científico espejo

surcaron los mares carenados de ojos

que les miraron desde el fondo vacío

de unas manos temblorosas enganchadas a la voz,

 

por más que gritaba ese espíritu

que de todo sabe

nada se ordenó en su escueta presencia,

 

por sabida no es más esperada la injuria

la falsa modestia del egoísmo ajeno,

¡gritad si el silencio os calla!,

y siguió girando el sol contra su espejo ciego

y siguió parada la tierra sobre el vacío quemado,

 

el infinito se terminó justo a su hora

ni un minuto más ni un minuto menos,

en cuanto la sábana se cernió sobre los cuerpos

y la conciencia respiró aliviada

dejó su trabajo para los cronistas

que cantan dádivas u ofensas

según convengan a los intereses futuros ,

 

Cantan:

(…vengan a ver las ofertas

para ese futuro igual

que despierta esperanza

por no saber cimentar…),

 

¡gritad si el silencio os calla!,

se fueron con las botas puestas

a otra parte, a taparse en su cama

y no querer saber de nadie, a hundirse

con la duda y la certeza hablándose

como hermanas, se fueron hacia ese,

ese soportal que nos reuniría a todos

si las injurias las dirigiésemos

a nuestra falta de voluntad, temprana

espesura de marañas y tiempos viejos

temprana por vieja, podrida, nauseabunda,

capacidad de madrugar para no hacer por nadie nada.

 

¡Gritad cuando os falte ese silencio que es el más obediente de los dolores!

 

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