El regañadientes, escondite de la luna
pesa sobre la manta de escuálidos,
puntos a los que imaginamos
puntas y llamamos estrellas,
un romántico patético
espejo que devuelve llanto
afable felicidad de muñeca de porcelana
pose eterna, y esa línea a la que los ojos
dirigen su infelices palabras,
¡alma, solicito almas, almas!
que me roben el sueño
que se lleven al rabioso tedio
la repetición del año y el siglo,
¡me enervan!, solicito imaginación
que los traviesos desaparezcan
de esta jaula de grillos,
broten jugando a sombras
rezumando verdades,
la rémora que profanan
se introduce en nuestros huesos,
los dejamos avanzar
entre los cristales
rasgando, rasgando la carne
¡es la vida, es la vida!
Yo esa no la quiero.