En este soportal nací,
dijeron: no olviden
sus objetos personales,
lloré por primera vez
en aquella columna
y aunque tardé más
reí sentado en este bordillo
del que no me desapego,
no dijeron que olvidaran
sus objetos no personales,
y como si no hubiese sido
nunca niño, me detuve aquí
en esta plaza de barrotes,
tumbado solo veo bombillas,
las estrellas se borran
en cuanto la artificialidad ilumina
de amarillo a cuanto alcanza
preguntaron: cuánto falta,
mi risa se contagia del llanto
y viceversa, es un anillo
en la garganta que me ahoga,
todavía preguntan: ¿Cuánta horas llevo aquí?