El maldito girar sobre nuestro espinal.

 

Un segundo y el espacio alejándose

con esa luz  que presta la oscuridad

a los seres inventados,

mis ojos edificados para soñar,

la ansiedad apostada en el estómago

maquinando su próxima batalla,

los pies callados, tímidos

terminados en sutileza, manos,

 

tiembla la simiente del día imperfecto

al que construyo sus aristas

y él me dice, o me grita, ¡inhala!,

 

sigo cansado

y no creo que milite la esperanza

dentro de  un ser tan cualquiera,

a la sazón comienza mi cuerpo a hablar

de cuando era uno y sierpe

de cuando sostenía el universo

a golpes de pesadillas y anhelos,

y si pudiera describir el sollozo

que no expulso, la rabia sería la lengua

y el motor de la cadera, también la rabia.

 

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