Y en si la mañana me respetó la humildad con la que vivo
agazapado, dejando mi huella, como lo suele hacer la mosca
cinco días y final, y para qué más, para revolotear esperando
un premio, para volver a hacer algo porque lo has olvidado,
me siento feliz cuando me reconozco en el espejo
cuando no busco, ni rebusco, ni siento que deba encontrar una última etapa
si no caminar un camino con mis pies y la voz áspera
que sonríe a veces a poquitos como suele latir un corazón de pena.