Torciste el ceño desde lo alto
como un águila desviando
el huir de un posible trofeo,
parecía el cuerpo echado
la boca explicándose,
tu lujuria no te dejaba desear
la justicia, la paz de la tierra
estuviste demasiado ocupada,
tu aliento es un veneno que embriaga
copa de estaño que esgrime bruñidos
ínterin en la sonrisa, pisada de búfalo,
parecía la tumba de una viajera
el pasillo por el que no cupo la fantasía,
explica, explica cómo gritan hoy las manos
y si su sonido es merecedor
de romper el cristal, la cristalera
de las pocilgas del mundo,
si la pregunta se materializase
todos sabríamos que nos perdimos,
en una niñez lejana nos cantaron
por última vez la nana
que nos hizo despertar.