Cuando se encuentra con él
el mundo real no se parece a nada
las redes poseen dos o tres agujeros grandes
por donde se escapan las escamas de nostalgia,
y para cuando no advierte los sombreros
las cabezas se han envuelto en dignidad,
ese arcoíris quiere él, en escala de grises
para olvidar el desbarajuste, esa edad
que no perdona, aquello que le hizo
aborrecer la vida hasta no reconocerla suya
moviéndose bajo su porte estilizada,
aquel momento arrepentido, siempre presente
en el que se equivocó y eligió observar
la aleta alejarse hasta perderse.